El primer día que visitamos la plaza de Marrakesh era ya de noche. Olmo se llevo una desilusión, le había hablado de los encantadores de serpientes y estaba como loco por verlos, siembargo no había más que músicos que tocaban o que parecía iban a disponerse a hacerlo alumbrados por la tenue luz de unas lamparas de gas ( pero cada vez que nos acercábamos a un corro estaban hablando en lo que sin duda era un apasionado discurso de gorra que no parecia tener un fin cercano) así que ante la impaciencia de Olmo que quería buscar a los encantadores y la mia no llegamos a ver tocar a ninguno. Me di cuenta de que la plaza era muy oscura para poder actuar de noche. Mientras pensaba en ello nos adentramos en el zoco rechazando lo mejor que podía a los locales que te ven como un dolar con patas y que tratan como sea de que les compres algo de una forma que hace bastante incomodo pasear. Aun así lo hicimos, dimos un paseo, comimos, regateamos y compramos algo. Hicimos supongo lo que hacen todos los turistas que visitan Marrakesh.
Al día siguiente llegamos a la plaza de día. Ya al comenzar a bajar las cosas del show el trato hacia nosotros cambio. El chico que cobra el parking era otro y en lugar de venir pidiendo 20 dirhams se acerco con verdadera curiosidad de saber que era todo aquello y cuando le fui a pagar me dijo -ya me pagas luego. A Olmo le advertí que esta era una plaza más grande que otras en las que habíamos estado y que no hablaba el idioma. Le pedi que no se separara de mi lado mientras hacia el show y le monte encima del cajón. De camino a la plaza ya íbamos rodeados de una marabunta de chiquillos y no tan chiquillos pero que se comportaban como tales y que nos escoltaron hasta el centro de la plaza. Allí hicieron un corro y se quedaron esperando, mirándonos. Les hice entender que no podia empezar que tenía que vestirme, había ido como si estuviera en Madrid con mi ropa de calle y la del show en una mochila, y preparar las cosas. Ellos me hicieron entender que no tenían ninguna prisa ni nada más interesante que ver ni hacer, entonces me di cuenta que el show ya había comenzado y que cambiarme allí rodeado de curiosos iba a ser parte del show. Jugué a tratar de cubrirme entre ellos mientras me quitaba los pantalones y me ponía la falda y ellos gritaban, se decían cosas y se partían de risa. Creo que les parecía algo subrealista y muy gracioso este guiri con un niño y un cajón que trata de ponerse una falda en mi mitad de la plaza sin que le vea nadie. Entraron muy bien en el juego. Entonces me di cuenta de que Olmo ya no estaba, pero ¿donde esta? rodeado de tanta gente era imposible verlo. Me subí al carro y me puse a gritar como un loco Olmoooo!! y al público le esplicaba «infant» entonces apareció un hombre que decia infant «ven sigueme», asi que deje las cosas salí del corro y le seguí hasta que vi a mi hijo ¡¡Mira papa le he encontrado!! ¡¡el encantador de serpientes!! Estaba tan feliz que no pude regañarle -pero que susto me has dado! vuelve conmigo luego venimos no puedes estar aquí solo y yo estoy haciendo el show he dejado todo hay abandonado para venir a buscarte!! y me acompaño y la situación volvió a repetirse varias veces, y ya todos le llamaban Olmoooo!!! después de oirme una y otra vez gritar su nombre como un loco encima del carrito. Al final le deje que se quedara allí con el encantador de serpientes que es con quien quería estar. Al día siguiente le pregunte ¿me puedes explicar como es que en el camping no te separas de mi ni para dejarme ir al baño solo y en esa plaza tan grande llena de gente que habla otro idioma te escapas y te quedas tan tranquilo con el encatador de serpientes? pero bueno ¿no te daba miedo? no papa porque yo sabía donde estabas y además quería estar con el encantador de serpientes porque me gustan mucho las serpientes que no pican y porque tu espectáculo me aburre un poco porque haces siempre lo mismo. Por fortuna no todos piensan como mi hijo y el show funciono estupendamente en Marruecos a pesar de la barrera del idioma si bien es cierto rieron más que aquí con algunos números y menos en otros momentos.
Una de las peculiaridades del trabajo de los artístas callejeros en Marruecos es la gorra, sus dicursos son larguisimos y se tiran pasándola la mayor parte del show, hablan y dan una vuelta completa al corro y otra vuelta y vuelven a hablar y dan otra vuelta y cuentan la gorra con el público esperando y les dicen que es muy poco y les piden más en fin es un tira y afloja que para los que estamos acostumbrados a otros ritmos se vuelve desesperante pero allí, allí el tiempo se mide de otra manera supongo. Cuando hice el primer show antes de hacer el número de la motosierra al igual que hago en Madrid pase la gorra di una vuelta y me dispuse a hacer el número final pero una de las dos únicas mujeres que estaban viendo el show salió del corro cubierta con su velo y me grito en arabe pero muy claramente que parase que no lo hiciese y se puso a recriminarles a gritos a los hombres que me echasen dinero y a mi que volviese a pasar la gorra. No me quedo más remedio que obedecer y para mi sorpresa un número similar al anterior volvió a echar dinero como si lo tuviesen ya en la primera ronda listo para dármelo pero estuvieran simplemente esperando para colaborar. Cuando terminé la segunda vuelta me gritaron desde el corro que insistiese y diese otra que muchos no había echado así que di tres vueltas y no di cuatro porque me pareció escesivo. Aunque luego comprobe que allí no lo hubiera sido ni mucho menos.
Después del primer show apareció un tipo señalando una cruz en el suelo, ese era su lugar. Asi que recogí las cosas para irme a otro lado pero toda la plaza esta llena de cruces en el suelo y circunferencias que han pintado los propios artistas y que delimitan sus espacios. Ningún corro es mucho mayor que los demás y todos actúan siempre en el mismo lugar. No hay un solo espacio libre. Pude seguir actuando porque el grupo que estaba al lado mio cuando actué me dijeron que actuase en su espacio, que ellos me pasaban la gorra y luego ibamos fifty fifty..lo malo es que ellos eran cinco e interrumpian el show cada medio minuto, me hacían sentar en una silla plegable y se ponía a pedir al público con más discurso que Castelar. En fin cada sitio tiene sus reglas y sus costumbres.
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